Dentro de nuestra vida podemos encontrar dos tipos de conducta que nos condicionan notablemente a la hora de relacionarnos con nosotros y de comprender la actitud de otras personas: Vivir en base a objetivos realizados o bien en base a personas. Hace tiempo hablaba de algo parecido cuando mencionaba la historia de Marta y María cuando recibían a Jesús en su casa y que, mientras una estaba centrada en la hospitalidad, la otra lo hacía en la tarea a realizar en casa y que, por cierto, creo en malestar en ello.
Vivimos en un mundo en el que estamos centrados en la obtención de resultados. Basta que no consigas los resultados que se te proponen en la empresa para que que veas despedido en la calle y te quedes sin trabajo. Puede suceder que no logres los objetivos que te hayas propuesto como persona y que te sientas frustrado y no realizado en la vida. Dependemos de resultados y hacemos que otras personas alcancen significado para nosotros en la vida en la medida en que obtenemos resultados de ellos. Hasta cierto punto nos sentimos utilizados y cuando ya no valemos nos sentimos dejados en una esquina.
La otra perspectiva es la cercanía hacia las personas. Los resultados son importantes pero los individuos que forman parte de la organización también. La familia y los retos de ésta son importantes, pero no en detrimento de los miembros que la conforman. Cuando en nuestras organizaciones sean familiares, religiosas, políticas o económicas cuando la persona está al servicio de la organización, y no la organización al servicio de la personas entramos en el declive de lo que llega a dar sentido a nuestras vidas.
Todo tiene sentido cuando el equilibrio permite ser a uno persona, respetar la dignidad y permitir ver y respetar a los que viven al lado de uno. El mundo será más mundo cuando se respete de forma integra a los que formamos parte de él. Las leyes y las costumbres, el trabajo y las metas que cada uno tiene en la vida están llamadas a servir a la persona como tal. Es cierto que a veces hay que prosperar y dar más de sí, no podemos conformarnos con lo que tenemos pues desde nuestro nacimiento estamos destinados a crecer y a alcanzar nuevos retos y desafíos, pero no al precio de ser esclavos de ellos.
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