Desde hace unos días hay un anuncio muy bonito que invita a consumir una sopa para niños y adultos. La verdad es que el anuncio llama la atención. Me vino a la mente la enorme creatividad con la que se trabaja para convencernos de que consumamos un producto u otro. Pero detrás del aspecto comercial y lucrativo que hay en el anuncio hay algo que me invita a pensar en el esfuerzo que cada uno de nosotros realiza para venderse a si mismo.
Todos tenemos valores, creencias, actitudes y opciones en la vida. Unas veces las defendemos a capa y espada, otras nos acobardamos y nos callamos por no sentirnos seguros o tal vez por no entender del todo aquello que vivimos y que hemos asumido en la vida.
Vivimos en un momento en que se cuestionan muchos valores, es más, se dice que la crisis actual que vivimos a nivel económico en el mundo es consecuencia de una crisis de valores. La justicia, la igualdad, el bienestar de todos, la equidad, etc. han quedado en un segundo lugar para que prevalezca el individualismo. Vemos las injusticias y muchas veces callamos ante ellas.
Dentro del trabajo, de la familia o de nuestro círculo de amigos también tenemos mucho que ofrecer y que también se queda en ocasiones a mitad de camino.
Hoy en día una familia estado unidense empezaba una cruzada para que, por ley, se prohibiera el engaño que muchas veces sale en la prensa de modelos que no son en realidad los cuerpos que aparecen, sino el fruto de toda una serie de retoques fotográficos. La poca autoestima existente en el mundo hoy en día nos lleva a pensar en dos cosas:
- No creemos en nosotros mismos. Por ello cerramos nuestra boca, miramos hacia otro lado para ver lo bonito que hay fuera de nosotros y no valorar, así, la belleza y lo bueno que hay en nosotros.
- No somos capaces de vender lo que llevamos dentro. Creemos, como dije, que lo de fuera es mejor que lo de dentro. Para vender, como en el anuncio, hacen falta dos cosas: creer en el producto, que es uno mismo, y buscar la mejor manera de comunicarlo. Creer en el producto es cuestión totalmente personal. Nadie creerá en uno, si uno mismo no cree en si. Una vez que creo entonces tengo que vender, no económicamente, mis valores, mis creencias, mi persona. ¿Por qué? Porque creo en mi, me siento orgullosos y se que lo que tengo puedo compartirlo porque una vez compartido le dará un valor añadido a mi vida y a la de los demás.
La gran tarea es creer en uno mismo y saber vender los valores que se llevan dentro. También en la vida, para transmitir los propios valores y creencias necesitamos del marketing.
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