El otro día comentaba lo importante que es tener la mente enfocada en lo que uno quiere conseguir. Y hoy vuelvo a repetirlo. Hay situaciones en la vida que pueden desestabilizar a uno: una crisis laboral, una situación familiar, una carga personal, etc.
Somos humanos y por ello no somos ajenos a las cargas económicas que podamos tener, ni a las afectivas, ya que nos gusta amar y sentirnos amados, y también nos gustaría ser perfectos y estar libre de limitaciones personales que, más que ponernos en evidencia frente a otros, nos muestran simplemente genuinos y diferentes.
Es por ello que las cargas que llevamos nos hacen darles vueltas y vueltas, una y otra vez a cosas que por más vueltas que le demos somos incapaces de resolver. ¿Qué hacer, pues?
Aceptación de la realidad, nos guste o no. Ni no la aceptamos tendremos dos problemas: uno la propia realidad y otro nosotros mismos. Si lo aceptamos tendremos la serenidad de saber vivir las situaciones y de desarrollar el papel más inteligente en cada una de ellas.
Un pequeño ejemplo. ¿Has experimentado alguna vez una noche tonta de insomnio? Te acuestas de un lado, luego del otro, cambias de postura, te das la vuelta y te viras hacia el pie de la cama, te levantas, te vuelves a acostar, enciendes la luz, la apagas y así un sin fin de cosas. ¿Qué has estado haciendo? Luchando contra el insomnio. ¿Te has fijado que cuando te das por vencido y dejas de luchar caes rendido sin darte cuenta? La aceptación ha producido cierta paz en ti, y ella te ha llevado a lo que querías, pero por el camino que no te imaginabas, la aceptación.
La aceptación, no la resignación, nos lleva al equilibrio, y desde ahí podemos encontrar nuevas alternativas.
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