Cuando nos metemos a analizar el mundo de las relaciones, sobre todo cuando de conflictos se trata, y donde uno tiene que pedir perdón o disculparse, donde uno ve acercarse o alejarse a personas que considera parte de su vida surge una cuestión: ¿Salimos al encuentro del que se aleja? ¿Esperamos a que regrese? ¿Nos alejamos de quien nos ofende? ¿Nos acercamos a aquellos por los que nos sentimos ofendidos?
Cualquier postura puede ser buena. Desde el punto de vista, por ejemplo, de la tradición cristiana el Padre permite al hijo pródigo que éste se vaya de casa; es más le da la parte de la herencia que le corresponde. Por otra parte en otros momentos se alecciona a "salir al encuentro" de la oveja perdida. Es una señal de preocupación, de ayuda y de querer encontrar a quien se encuentra perdido.
¿Donde está el punto del equilibrio? Hay muchos valores que están en juego.
- Si permitimos el distanciamiento es un símbolo de libertad. Respetamos las decisiones del otro. No forzamos a los demás a seguir a nuestro lado o a mantener nuestras posturas.
- Si dejamos ir, además de la libertad, ayudamos a que cada uno se vaya dando cuenta, o sea, toma de conciencia de su propia realidad y pueda valorar por si mismo los resultados de las propias decisiones. Es ayudar, de una manera u otra, a potenciar la propia responsabilidad.
- Pero hay cosas que en un y otro caso no podemos evadir y es el valor de la comunicación. En cada situación de la vida hay que saber comunicarse, nos vayamos o nos quedemos. Si nos vamos dejamos claro el porqué y con ello podemos clarificar muchas cosas antes de la partida y ejercemos otro valor muy importante: la confrontación.
- No hay nada peor que que no ser capaces de confrontarse. El miedo, los complejos de inferioridad, la ignorancia misma y otros sentimientos toman nuestras vidas y las riendas de éstas. Quien es capaz de confrontarse es capaz de mirarse al espejo sin miedo a si misma.
La comunicación surge aquí como el gran valor que nos lleva a preocuparnos por nosotros mismos y por el otro y, a partir de ahí, nace el gran derecho a la libertad y al respeto de las decisiones que puedan tomar otros por mucho que nos duelan.
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