Me lo presentaron un día y al conocerme me dijo: "A tí tenía ganas de conocerte yo".
Yo me quedé un poco sorprendido al tiempo que le preguntaba: "¿Conocerme? ¿A mi? ¿Y eso?
El otro día iba a darle una bofetada a mi hijo y de repente me dijo: "¡Alto, papá!, como dice Fernando, antes de pegarme cuenta hasta diez, y luego pégame, si quieres.
Fuí incapaz de pegarle. Esos diez segundos se me hicieron eternos y me hicieron pensar como nunca en la vida. Pasados los diez segundos entablé una tranquila y profunda conversación con mi hijo.
Diez segundos que me ayudaron a controlar mis emociones y mis impulsos y que me ayudaron a verme de una manera más rica y profunda.
Diez segundos que aportaron a mi vida más recursos que tenía dentro de mí.
Diez segundos que sirven para controlar las emociones.
Simplemente le sonreí.
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