Te preguntas el porque la gente te recibe y apoya con toda la ilusión del mundo en un principio y luego te dejan en la estacada, acabando sóla, sin apoyo y, ¿por que no?, criticada, rechazada e ignorada. La situación es dura; lo sé, pero lo es para ti y para la mayor parte de nosotros. Así somos las personas en ocasiones. Pero no debes de venirte abajo. La vida es así, y es en estos momentos donde, en verdad, se ponen a prueba tus verdaderos sentimientos, tus creencias, tus motivaciones y la manera de elegir como vivir esos momentos. Y el ejemplo, de lo que a ti y a muchos de nosotros nos pasa, lo tienes en Jesucristo. Mira lo que tarda en pasar de la gloria a la condena, del triunfo al fracaso. De ser recibido en olor de multitudes, a quedarse “más solo que la una”. De dar vida a los demás, a que le quiten la suya propia. ¿Te has preguntado el por qué? Las mismas motivaciones que a Él lo han llevado a quedarse solo son, probablemente, las mismas que hacen que dejemos sólos a los demás y de que los demás nos dejen solos a nosotros.
Cogiendo el ejemplo de Jesús te explicare, y desde mi punto de vista, el por qué. Cuando Jesús entra en Jerusalén todo el mundo lo aclama y lo apoya. ¿Por que? “Pensaban que” el seria el nuevo rey, el que iba a cambiar la situación política a injusta que se vivía entonces. “Creían” que él era un liberador político. La gente “se había forjado una idea" de Jesús; se crearon unas expectativas hacia él. Lo habían vista curar, perdonar, resucitar muertos, hablar en contra de las estructuras, dialogar con paganos, dar de comer a la gente... Lo recibieron, pues, con toda la algarabía del mundo. ¡Era lógico! Veían en Él al que iba a resolver sus problemas y sus injusticias, ¡pero a su manera! Lo único que faltaba era condecorarlo y hacerle rey o emperador. Con esos poderes ya tenian en sus manos la clave para el cambio.
Del mismo modo nos reciben en la vida nuestros amigos, nuestras familias, nuestros compañeros. Cuando nos conocemos, nuestra mente comienza rápidamente a crear expectativas de aquellos que nos rodean: "esta persona me va a ayudar a conseguir esto, me va a clarificar lo otro y me va a ayudar hasta tal punto. ¡Es la persona ideal!`, decimos muchas veces. Dime la verdad, se sincera, ¿cuántas veces has hecho planes para tus hijos, amigos o compañeros de trabajo sin contar con ellos? ¿Ves? Planificamos la vida de los demás... Y cuando no se cumplen esas expectativas. ¡Toma..., palo viene y palo va! Decimos que la gente no nos quiere, que no nos entienden, que no son fieles o leales a nosotros. ¿Te des cuenta Fátima? Comenzamos a poner actitudes, cualidades y expectativas en las personas o situaciones, cuando en el único sitio en las que, realmente, existen es en nuestra mente. Y es asi como, poco a poco, una imagen totalmente irreal de las personas, de los amigos, de los hijos o de los padres se va forjando en nuestra mente. Y es asi como esta imagen irreal va condicionando nuestra realidad y nuestras relaciones hasta el punto de que vemos, valoramos y nos relacionamos con la persona desde lo que esperamos de ésta, y no desde lo que ésta pueda darnos en la realidad. En un principio vivimos esa amistad, esa relación, ese parentesco o esa colaboracian laboral con toda la ilusión del mundo, basando todo en unas expectativas que, mentalmente e independientemente, nos hemos fabricado tu y yo. Si, en el fondo son las expectativas que ponemos en nuestras vidas de los demás. Expectativas que tengo pleno derecho a tener, pero que corresponden tan solo a mi vida y no a la vida de los demas.
Y el problema, Fatima, comienza cuando las personas, o las situaciones, comienzan a cambiar. Cuando vemos que ellas no son como, en un principio, nos las habiamos imaginado, pensado o metido en la cabeza. Viene, entonces, lo quo llamamos el fiasco, la frustracion, el desengaño y la desilusión. Y, rapidamente, ponemos el grito en el cielo diciendo que todo se nos ha venido abajo, que las personas nos han dejado solas, que si nos han engañado, que si esto o que si lo otro... Y, en realidad, lo más probable es que nadie nos haya engañado. Lo más seguro es que las personas han actuado coherentemente. Lo único que ha sucedido es que, en esa coherencia que han tenido, han vivido como creían que tenian que hacerlo o con los recursos que tenían en esos momentos, y no como nosotros supondriamos y esperabamos que deberian hacerlo. Donde ha habido un cambio ha sido en nuestras mentes y no en las de ellos. Nosotros esperabamos algo que, probablemente, a ellos nunca se les ha pasado por la mente el hacerlo. Las expectativas estaban en función nuestra y nunca en función de ésas personas.
Hace poco tiempo, y para que me entiendas un poco mejor, alguien decia que se sentia abocado a tener que entrar, y a la fuerza, en el cuerpo de la Guardia Civil porque su padre asi se lo habia dicho y pedido. Menudo trauma para el padre. No entendia, o no queria entender, que su hijo, simple y llanamente, no queria ser lo que el era. "Menuda frustracion. Toda una vida trabajando, exponiendo la vida, para que, ahora, este mocoso decida estudiar derecho, algo que yo no tenia en mente. ¿Sera posible? iQué cruel es la vidal ¡Que frustración!", pensaba él. Y no lo dice solo él; lo decimos tambien nosotros. Nos pasamos más de media vida haciendo planes de como deben de ser los demas. Soñamos, imaginámos, planeámos, nos ilusionámos y, de repente, cuando los amigos, los hijos o los compañeros actúan como creen que deben de hacerlo nos llevamos un chasco, una desilusión o un palo. Y, por encima, decimos que nos han dejado solos. ¿Los habremos dejado nosotros solos a ellos con nuestro monologo mental? ¿Seremos nosotros los que le habremos dado un palo a ellos al no comprender y aceptar los planes que se habian forjado ellos para sus propias vidas? ¿Seremos nosotros los insolidarios cuando no somos capaces de comprender y de respetar los diferentes modos de vivir y diferentes expectativas que otros pueden tener en sus vidas? Cuando Jesus no cumple las expectativas que la gente tenia puestas en Él, es cuando la gente lo abandona, cuando la gente se desilusiona, cuando la gente no cree en Él y lo abandonan a manos de otros. Es ahí cuando se pasa de la gloria al infierno. ¿Soledad porque los dermás no piensan, sienten o viven igual que yo? iQue va, ni mucho menos! Pero no deja de ser una realidad que se identifican con nuestros planes o apaga y vamos...
Creo, Fatima, que las expectativas nos juegan una mala pasada. Las expectativas que ponemos en las personas, en el trabajo, en los estudios, en nuestros conocimientos, en nuestras amistades, o en la misma vida, pueden ser nuestras propias enemigas.
Soñamos, o nos hacen soñar, en un mundo ideal, en la persona perfecta, con las medidas ideales, capaz de conquistar el mundo, con la mejor formación, con los mejores proyectos, etc., etc. Y, en el fondo, lo único que hacemos es crear la imagen de una persona, de unos amigos y de unos hijos que no existe. Y no existe porque ha sido planificado por nosotros, por nuestras mentes. Las personas somos lo que somos, y no lo que piensan o esperan de nosotros. Entre expectativa y expectativa nos olvidamos de vivir la vida real, la de cada día, la que llevamos dentro. Entre expectativa y expectativa nos olvidamos de conocer a la persona real, a la que está a nuestro lado, a la que vive, a la que siente, a la que se comporta, a la que aspira a algo diferente de lo que hacemos nosotros. Y Jesús tira para adelante, no para, no mira a los lados. Sabe lo que quiere. Tiene personalidad propia. No se deja llevar por las exigencias de unos o de otros. Es consciente de la vida que tiene que vivir él, de la que él espera de si mismo.
Y tú me preguntaras: ¿no debo esperar nada en la vida? Si. Vivir el presente, la realidad. En la medida en que vivas y construyas el presente el futuro se ira haciendo por si mismo.
¡Ah y te invito a que veas ésta presentación de Alejandro Magno!:
O a que escuches ésta canción de Napoleón:
Un saludo Fátima
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