23/4/13

El mundo del apego



Hoy he tenido la ocasión de hablar con alguien sobre el mundo de los apegos. Lo condicionados que nos sentimos por ellos y de forma especial a la hora de relacionarnos con persona que viven cerca de nosotros. Me llamaba la atención dos cosas: el poder que queremos ejercer sobre las personas y la importancia que esas personas o las mismas creencias o cosas a las que nos apegamos tienen sobre nuestras vidas, nuestra forma de ser y nuestra forma de elegir.

Me llamaba la atención que cuanto más cerca nos sentimos de las personas, menos libertad tenemos y más obligados nos sentimos a no fallarles, Es algo así como si la amistad, el cariño y el amor tuvieran un precio: el no fallar a las personas que queremos y que nos quieren. El precio es alto: dejar de ser nosotros mismos y sucumbir ante demandas de cosas y actitudes que a medio o largo plazo no nos llenan, no nos hacen sentir que somos alguien y que llenan nuestra vida de insatisfacción.

Me venía a la mente aquella imagen de Adán cuando Dios le presentó a la mujer hecha de su costilla. Más allá del mito y mucho más cerca de nuestra realidad diaria el sentir que podemos ser nosotros mismos delante de otros es reconfortante: nos sentimos plenamente aceptados digamos lo que digamos, hagamos lo que hagamos o dejemos de hacer o lo que no hacemos. Libertad absoluta sin tener que pagar un precio por ello.

Por otra parte nos acostumbramos a vivir relacionados con las cosas. Llegamos a un momento en el que dependemos de ellas y no somos capaces de vivir sin ellas. Y cuando nos faltan, sean personas o cosas, ¿qué nos sucede? ¿tristeza? ¿depresión? ¿desengaño? ¿sentimiento de pobreza?

Curiosamente acabo de escuchar en la radio mientras venía en el coche que los pobres da el doble de lo que dan los ricos, es decir, que son mucho más generosos. Curioso, ¿no? Tal vez porque los pobres dependen más de su vida y los ricos de lo que tienen. Quizás porque los pobres dependen más de lo que son y los ricos de lo que poseen.

¿Ser o tener? Eh ahí la gran cuestión. Somos felices en cuanto sentimos que somos alguien y el ser alguien no nos lo da ni lo que tenemos ni lo que sabemos, incluso ni aquello o aquellas personas con las que podemos contar. Somos en cuanto la conciencia de que estamos vivos y de que podemos aportar vida a los demás se apodera de nosotros y vivimos aportando aquello que somos bien a través de solidaridad bien a través de nuestra cercanía bien a través de lo que simplemente somos capaces de hacer.